viernes, 30 de mayo de 2008

Comenzando a leer el volumen cuarto de La Cumbre de los Dioses

Por fin pude pasar a comprar el nuevo volumen de La cumbre de los dioses, en el que Habu intenta llegar en las más duras condiciones a la cumbre del Everest, mientras Fukamachi lo intenta seguir, buscando la superación de lo casi imposible.
Casi no he leído nada aún, pero estos días me he planteado más bien la cuestión del sentido de los esfuerzos que algunas personas se exigen, buscando una meta, perseverando en ella mucho más allá de lo razonable. Resulta emocionante su esfuerzo, admirable, pero a la vez es obsesivo, absurdo o destructivo. Con todo el respeto hacia los que hacen de su vida una lucha desproporcionada por conseguir romper los límites, yo los vivo a través de otros en el mundo de la literatura...
Reflexiones que han sido inevitables porque estos días leíamos noticias contrapuestas de la escalada extrema: la de la trágica muerte en el Annapurna de Iñaki Ochoa, a pesar de los esfuerzos y la solidaridad de otros montañeros por salvarle. Al final, el montañismo y la escalada son una metáfora de la vida.
Y, casi a la vez, el éxito de un anciano escalador nepalí que ha llegado a la cima del Everest con casi 77 años: ("Un nepalí de 77 años, el más veterano en alcanzar la cima del Everest", "Duelo en la cumbre a los 77 años"), dejando solo un día para que disfrutara ese honor otro montañero japonés que había llegado a la cima el día anterior con 75 años.

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