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Con esta excusa, Étienne nos hace pasear por la imprenta para conocer el proceso de edición y revisión de los cómics. Nos lleva a Salones de cómics franceses, nos habla de los autores (extraordinaria la conversación con Guibert a propósito de La guerra de Alan o de El fotógrafo), de sus motivaciones... hasta se atreve a poner en boca de su espontáneo amigo que Moebius le parece un pesado (¡Bien!).
Por su parte, el viticultor es un apasionado del vino hasta el extremo, y va enseñando y poniendo en práctica con el dibujante las tareas de la poda, la cava de las cepas, las catas de los vinos, la vendimia, el trasiego, la elección y fabricación de las barricas, la comercialización, la discusión sobre el cultivo ecológico, la composición de la tierra en que se produce el vino..., mil y un detalles en los que ambos se recrean, disfrutando de dos culturas milenarias: el vino y el dibujo.
Etienne Davodeau cambia con esta historia su temática, muy centrada en lo político y lo social, siempre con un compromiso con la verdad y la denuncia de las cosas: Lulú, mujer desnuda, La mala gente, Caída de bici, El testimonio, o otra de sus magníficas obras (también saldada por Ponent Mon): Ha muerto un hombre, que documenta exhaustivamente la historia de una película hecha por René Vautier a raíz del asesinato de un obrero durante unas manifestaciones en Brest a principios de los años cincuenta.
Lo que mantiene en esta obra es el tono sincero de los personajes, el deseo de coherencia y autenticidad en lo que hacen, sea dibujar, dibujar o cultivar la tierra, e ir transmitiéndonos sus sensaciones para que compartamos sus respectivas pasiones. Totalmente recomendable.