

El autor, confundador de Mongolia, siente la necesidad de reivindicar la libertad de expresión del humor como género de ficción pues, como estamos desafortunadamente viviendo, los chistes se han convertido en motivo de condena moral o judicial.
Desde la corrección política o desde el autoritarismo se pretende señalar e imponer "los limites" del humor. Frente a ello, el humor usa el sinsentido, el sarcasmo, la ironía, la paradoja, la sátira o lo grotesco para mostrar que la realidad o la naturaleza es risible y absurda.
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