jueves, 23 de agosto de 2012

1968: un año de rombos, de Juan Álvarez

1968, un año de rombos, es la nueva obra de Juan Álvarez, publicada por Ediciones de Ponent.

Este trabajo supone un cambio muy significativo en la obra de Juan. Aunque mantiene una  coherencia de estilo (historias breves autoconclusivas, un dibujo de línea clara, una mirada tierna a los personajes donde el humor tiene tono irónico...), por primera vez se acerca a lo biográfico, el recurso a sus propias vivencias.

El autor ha hecho un esfuerzo de memoria personal, situándonos en 1968, cuando con 8 años vivía su infancia en su pueblo, Mula.

Más que un ejercicio autobiográfico es un intento de introspección, de evocar recuerdos olvidados por triviales, pero que fueron haciéndole ser lo que ahora es. Que lo empezaron a hacer consciente del amor o la muerte.

 El hilo conductor de esta sucesión de momentos infantiles -el circo, los juegos, la tienda familiar, el pueblo, la relación con los padres...- es la televisión, que en aquellos años iba llegando a los hogares.

Una televisión que empezaba a ocupar un espacio central en el salón, siendo un reflejo de la sociedad de esos años. Y que incluía con frecuencia dos oscuros rombos que indicaban lo prohibido, pero que atraían al niño deseoso de descubrir las cosas de la vida que se empeñaban en ocultarnos.

Juan conecta sus recuerdos con los programas que llegaron ese año a las pantallas, construyendo una obra divertida, que ilustra la época casi final de la Dictadura, la vida de pueblo en una España muy alejada de las inquietudes que afloraban en el mayo francés. Y al contarnos sus anécdotas nos hace compartir su infantil inocencia, que le gusta no haber perdido del todo, y nos ayuda a recordar la nuestra.

Mi viñeta favorita es, como no, ésta en que recuerda su descubrimiento de los tebeos en la biblioteca de Mula, gracias a su hermana. Algo que me suena, pues me ocurrió lo mismo por esos años en el pueblo de mi padre, donde pasaba los veranos entre tebeos de la biblioteca. A Juan este descubrimiento lo hizo dibujante, a mi bibliotecario.

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